Estamos en el año 10 (DC), bajo el reinado del emperador Augusto. Eres arquitecto en una ciudad próspera y el ayuntamiento te acaba de contratar. El puente de madera que cruzaba el río fue arrasado durante la última inundación. La ciudad es rica y el trabajo que te da el ayuntamiento es reconstruir un puente de piedra.
La construcción de una gran estructura de piedra es restrictiva. Una gran losa de piedra es pesada y se rompería por su propio peso. Has pensado en multiplicar las columnas entre cada losa, pero serían otros tantos obstáculos para la navegación. Son estas mismas limitaciones las que obligan al uso de múltiples columnas para la estabilidad de templos como el Partenón de Atenas o el templo de Apolo de Pompeya.
¿Por qué no considerar una estructura de arco? El puente Æmilius en Roma construido en el año 179 es una hazaña de ingeniería que celebra a su manera la gloria de Roma. Todos los grandes proyectos ahora incluyen bóvedas: ya sea para un palacio, un acueducto, una arena, una basílica, un puente o baños termales, todas las ciudades del imperio deben integrar arcos y cúpulas, especialmente para marcar las entradas a la ciudad e impresionar a los visitantes. Incluso se construirán enormes arcos de triunfo para honrar las grandes victorias.