Todo objeto posee masa.
Mientras más grande es su masa, más grande es su peso.
El peso es la fuerza de gravedad que atrae a un objeto hacia abajo.
Pero al sumergir un objeto en el agua, su peso parece menor, como si el objeto se hiciera más ligero.
De hecho, su masa, y por lo tanto su peso, no varía.
Pero una nueva fuerza se opone al peso.
Esta fuerza es el empuje de Arquímedes.
El objeto siente así el efecto combinado de estas dos fuerzas.
Si el empuje es más débil que el peso, el objeto cae, se sumerge.
Inversamente, si el empuje es más grande que el peso del objeto, éste asciende.
El objeto flota cuando las dos fuerzas se equilibran.
En todos los casos, el empuje de Arquímedes se dirige hacia arriba.
¿Sería posible aumentar esta fuerza hasta hacer que flote un objeto pesado?
¡La respuesta es “sí”!
Fue el sabio griego Arquímedes quien aportó la solución.
“Un cuerpo sumergido en el agua experimenta una fuerza hacia arriba de intensidad igual al peso del agua desplazada”
Tomemos une ejemplo. Cuando un objeto se hunde en el agua, desplaza agua.
El volumen de agua desplazado corresponde al volumen sumergido del objeto.
Mientras más voluminoso es el objeto, más agua desplaza.
Arquímedes afirmó que el peso del volumen del agua desplazada es precisamente igual a la fuerza de empuje, (…) salvo que esta fuerza se dirige hacia arriba.
Para el empuje de Arquímedes, no es así la masa la que importa, si no que la forma.
Una masa compacta desplaza poca agua, pero un navío, por su forma, desplaza mucha agua.
Mientras más grande es el volumen sumergido, más grande es el empuje.
Así, un objeto ligero puede hundirse, mientras que un objeto muy pesado puede flotar.